Suenan las doce.
Misma ventana, mismo perfume que se desliza entre las sábanas abandonadas de mi alcoba.
En mi alma, no hay nada. Noche eterna, inerte figura que se desangra a contraluz
Etérea soledad, manifiesta en cada carta vacía
En cada suspiro, en cada verso que se me escapa
Eternidad. Caleidoscopio de palabras que me envuelven en un sueño casi sempiterno
Zafiros lejanos de una corona marchita.
miércoles, enero 31, 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 susurros:
Publicar un comentario