El Acantilado

lunes, noviembre 10, 2008

 

Te preguntarás el por qué de esta carta, la razón de mi misiva. Es para hablarme de ti y de los desvaríos que todavía atormentan mis noches grisáceas y mis días tristes.

Déjame decirte, que a pesar de todo, a pesar de tantos años, de tantos cuerpos bajo la noche callada, aún todavía suspiran mis sábanas anhelando el tacto del tuyo, mis manos temblorosas e inciertas todavía recorren la efímera silueta que divaga en mis sueños prohibidos. Sé que ya no existe un nosotros, que eso ya es parte de una historia anónima y miradas acusadoras hacia la pared. Sin embargo, a veces el café tiene tu aroma, y a veces, el viento me susurra tu nombre mientras la lluvia besa mis labios. A veces te escribo canciones y poemas, aún sabiendo que tú nunca los leerás. Sé muy bien que ya no me amas, pero sin embargo no lo comprendo. Es difícil amar una idea y aún más difícil aceptar que solamente serás un monumento a la tristeza y a la melancolía que me invade por las tardes, mientras observo el horizonte infinito y el ocaso se vuelve interminable y a la vez, tan breve, igual que nuestra historia.

acantilado Las olas me trajeron el perfil de tus formas a la distancia, el sabor a sal en mis labios y los acordes de una canción desconocida; las risas marchitas, aquella bicicleta desvencijada, mis ropas sucias y tus claras pupilas. Sé que el pasado a veces resulta un invitado incómodo, pero no puedo evitar recordarte para olvidarte al instante siguiente. Quizá tú no me recuerdes. Tal vez solamente sea un rostro borroso, o quizás un destello nocturno bañado en incertidumbre y arena mojada.

La playa sigue igual, a excepción de algunos instantes perdidos en el tiempo y algunas gotas de pasión y amargura. Tu dibujo sigue intacto, inmaculado y abstracto; los trazos en carbón y tinta mienten, al igual que mis palabras vacías y tu cabello dorado. El silencio y mi pluma preguntan por tu ausencia y por los surcos en mi piel, yo les hablo de ti y de versos perdidos.

Sí, aún tengo por costumbre mirar al cielo. Hoy se asemeja a un pergamino manchado de lágrimas de luz y voces impávidas. Ya no es el mismo. Hoy no canta tus plegarias. Ya no queda nada. Tan sólo polvo, dolor y mariposas de papel. Nuestra historia se volvió cenizas y tú, cristal azulado e indiferente.

Hace frío, pero no me hagas caso, tú sigue durmiendo.

****

Un par de chicos que contemplaban la escena parloteaban entre sí.

- ¿Lo viste? – Dijo el primero.

- Sí – Nadie sabe a quién le habla.

- Pero viene todos los años este mismo día, ¿verdad? – Murmuró.

- No sé, a veces no se aparece – Contestó la chica

- Ya – Musitó.

-Vámonos, es tarde ya – Anunció él, con voz apagada y sobria

- Está bien – Dijo ella, y tomándose de las manos, desaparecieron con el atardecer.

El acantilado permanecía indiferente al tiempo y a las edades. Abajo, las ondas del mar chocaban impetuosamente contra la pared rocosa, y la carta jugaba con el viento en derredor de las blancas espumas oceánicas. Por un instante, para luego desvanecerse en el crepúsculo creciente.

1 susurros:

Kuasi dijo...

- Está bien – Dijo ella, y tomándose de las manos, desaparecieron con el atardecer.

muy bueno el cuento, solo que no es de mi tipo de gustos muy oscuro ushh xD, pero en fin me salgo de la rutina y pues esta bueno, sigue así.