Dime, ¿en qué piensas?
¿acaso en el ayer? ¿o quizás en el mañana?
todavía reposando entre azahares y nubes blancas
tú, mi eterno laberinto de cristal
Dime, ¿en quién piensas mientras duermes?
¿acaso tú? ¿quizás yo?
o simplemente cavilas
mientras sueñas
mientras me das tus manos, me das tus ojos infinitos
mientras me amas y yo te amo
quizás, quizás amor mío
las cosas podrían ser diferentes
si tan solo fuésemos como el papel
entonces todo sería distinto
con aromas a café por la mañana
y besos de porcelana al atardecer
Y entonces...
te escribiría una carta
te arrancaría un verso de los labios
y eso bastaría para perderme de nuevo
en tu mirada de cristal opacado...
lunes, marzo 24, 2008
sábado, marzo 22, 2008
Somos eternos, tú y yo
como la oscuridad, como las ondas del mar
infinitos como tus labios tristes y fríos
somos tan perfectos
como una mirada vacía
y un millón de voces en la playa de mis recuerdos
como el sabor de tu boca a destiempo
tu desnudez a contraluz
tan irreales, casi transparentes
como el silencio que nos ahoga
y la tristeza que bajo sus brazos nos cobija
somos eternos, tú y yo
y sin embargo tan humanos.
domingo, marzo 09, 2008
Aquella era una tarde cualquiera
los aromas a soledad, las hojas envueltas en terciopelo
la sensacion a destierro y a soledad...
las cartas manchadas
la botella de ginebra medio vacía
todo era tan ordinario y a la vez, tan intrigante
el dormitorio seguía oscuro, las sábanas manchadas
en ellas, el recuerdo de su cuerpo terso
inefable, casi etéreo
como el sabor de sus besos tristes
las ventanas murmuraban
mientras la lluvia comenzaba a caer
como lágrimas del cielo, frías e indolentes
mientras él miraba hacia ningún lugar
la textura de sus manos sobre su cuerpo
su delicada figura
su cuello de diosa eterna
sus pechos pequeños y tímidos
cubiertos de perlas pequeñas, su espalda infinita...
mirando hacia sus manos hizo memoria
del color de sus ojos inciertos
del tono de su voz silenciosa
su espalda blanca, sus labios de miel
del sabor de su sexo, el hálito de su alma
tomó su copa y vio en ella
aquella carta que nunca entregó
aquel te amo que jamás nació de sus labios
el diamante que por sus mejillas resbalaba
y entonces recordó
el peso del adiós.