Dan las doce en mi reloj, la soledad me invade
eterna, sobria y casi incierta
mi mano busca la tuya
pero sin embargo las cartas ya no regresan
Sin darme cuenta, sin saber a ciencia cierta
nos olvidamos de todo
de ti, de mí, de aquellos momentos
de nuestras promesas vacías y ridículas
de la tarde que pasaba entre guitarra y verso.
Se fueron, como las hojas de otoño en aquel día
no se acordaron del amor nuestro
de la noche tímida, del ocaso en nuestros labios
se olvidaron de decirnos que ya todo había terminado.
Y ahora...
tan sólo nos queda el adiós
tu mirada perdida, la mesa desordenada
la botella vacía y mil años en el destierro
pero tus cartas... ya no regresan.
lunes, agosto 11, 2008
Suscribirse a:
Entradas (Atom)